Entrenando tu radar

Hace varios años, estando mi hijo en primaria, se puso de moda un juego entre los más pequeños de su colegio que se basaba en detectar y contar los coches amarillos. Cada vez que se avistaba uno, había que decirlo en voz alta e indicarlo al resto. Y si eras la primera persona del grupo que lo hacía, ganabas.

Por supuesto el juego no tardó en superar las barreras de su círculo de amistades en el cole, y las familias enseguida nos vimos enroladas en una competición de alto nivel cada vez que pisábamos la calle en su compañía. Además, como coches amarillos hay pocos, su ímpetu y creatividad enseguida les llevaron a variar las normas sustituyendo el objeto de deseo por cualquier cosa grande amarilla, bien fuera un coche, un contenedor, o cualquier otra.

Es curiosa la capacidad de la mente del ser humano para rastrear y enfocarse en aquello para lo que está entrenada.

Cuando comienzas a jugar, tu atención se convierte en un auténtico radar. Una máquina de detectar cosas amarillas. La cara B de la moneda se encuentra en lo que te pierdes. Mantener ese radar encendido de forma constante es agotador, y motiva que pases por alto muchísimos detalles que en otra situación llamarían tu atención y ya no lo hacen. En ese momento solamente interesa lo amarillo.

Sin embargo, cuando pasan unas semanas tu atención se va relajando. Sigue alerta y no tarda en saltar cuando un objeto amarillo aparece en tu radar, pero no está enfocada en exclusiva en ese color. Te permite ver más. Y cuando por fin esa moda pasajera pasa, te cuesta varias semanas dejar de instintivamente saltar al ver algo amarillo mientras paseas.

Tienes en tu mano poderosas herramientas para hacer prácticamente cualquier cosa. Experimenta. Tu atención puede entrenarse. Puedes conectarla, desconectarla, y hacerla trabajar a diferentes niveles de rendimiento. Pedirle que se centre en algo, o en otra cosa totalmente diferente. Que se enfoque en lo que realmente quieres que lo haga. Configurarla y entrenarla en lugar de dejarla vagar. Que lo hagas o no, ya es cosa tuya.

[Una persona me ha sugerido poner en tus manos una cuerda de la que tirar. Un buen punto de partida si quieres profundizar sobre ello: Sistema de activación reticular, o S.A.R.]