Autenticidad es un término en el que, cuando utilizamos para referirnos a otras personas, condensamos una serie de características que les atribuimos. Todas ellas guardan relación con cómo percibimos que esa persona es y se comporta.
Cuando su forma de comportarse es coherente con lo que predica, con sus principios y valores, decimos que se trata de una persona auténtica. En muchas ocasiones, su espontaneidad, naturalidad, o las singularidades que no trata de ocultar, condicionan profundamente nuestra percepción.
Sin embargo, pocas veces nos ponemos en el centro de este pensamiento. La autenticidad viene condicionada por conocerte primero, escucharte después, para por último cerrar el círculo comportándote acorde a lo que eres y piensas. Necesitas tener claro lo que quieres, para qué lo quieres y cómo lo quieres, y esta base te ayuda a mostrar lo que eres y ser lo que muestras sin desavenencias entre ambas caras del espejo. Es parte en el proceso de hacer bien las cosas correctas.
Así que, en cierto modo, autenticidad también es efectividad. Y coherencia, equilibrio, felicidad. Al menos es parte imprescindible en el camino hacia ellas.