La indecisión es un mal mortal, crónico. Muchas personas son víctimas de ir acumulando frentes abiertos en su mente. Cosas sobre las que quieren o necesitan pensar, pero para las que no existe una finalidad clara. Les dan vueltas y vueltas —a algunas, otras se escapan entre ese inmenso mar de necesidades— sin llegar a concluir nada, porque no han definido cuándo será suficiente.
Ese mar crece y crece sin control, copando hasta el último resquicio de espacio en su mente y consumiendo —sin el más mínimo control ni retorno de valor— toda su energía. Se trata de un círculo vicioso. Jamás irá a menos si no haces nada por evitarlo.
Es necesario salir de esa situación. Te paraliza, te consume, y facilita que el estrés se convierta en una constante en tu vida.
Hoy es el momento. Completa un inventario de todos esos frentes abiertos, y asume que pensar es un medio y no un fin. Actúa. Ve uno por uno y define qué puedes hacer para que avance. ¿Una lista? ¿Pedir una segunda opinión? ¿Descartarlo por el momento?. Anótalo. Y hazlo. Lo que sea, pero que implique acción.
Tu miedo a tomar una mala decisión tiene un alto coste y una sola consecuencia: no tomas ninguna decisión. Ese extremo es la peor de tus opciones. Sin acción no hay movimiento, y sin movimiento nada cambia. Necesitas acción contra indecisión.