Un tren a Madrid

Seguramente desde donde vives (o cerca) parte un tren a Madrid a diario. Lo sabes, tienes confianza en que ese tren pasará cada día. Y sin embargo, aunque te gustaría ir a Madrid, los pierdes todos.

Tu (mi) mente se comporta de un modo curioso. Hace tiempo que quieres ir a Madrid y sabes perfectamente que cada día tienes la oportunidad de hacerlo. El tren pasa y se va, sin que te subas, un día tras otro desde hace años.

Tienes confianza en que mañana pasará de nuevo, y pasado mañana, y cada día durante el próximo año. Eso te autoriza para ver pasar las oportunidades sin aprovecharlas. Y sin sentimiento de culpa alguno, porque siempre estarán ahí.

Si de repente el tren comenzase a pasar un día al mes, quizá lo pensases mejor. O un día al año. O un día cada cinco años. Tu perspectiva cambiaría radicalmente. A más se reducen tus oportunidades, más miedo a perderlas.

Seguramente si esto ocurriese tomarías uno, cumplirías con tu sueño de viajar a Madrid. Y sin embargo sigue pasando un tren a Madrid cada día y dentro de cinco años no te habrás subido a ninguno. Tu miedo a perder tu opción te habría puesto en movimiento, pero sin él nada cambia.

Lo mismo ocurre en muchas situaciones de fuerte cambio inesperado en tu vida. Si un día pierdes tu empleo, o tu negocio sufre un duro golpe, pensarás en los trenes que has estado viendo pasar y desearías regresar al pasado para subirte a uno. Pero mientras esto no ocurre, los trenes pasan y pasan, y tú los ves pasar y pasar. Y no haces nada. Nada cambia.

No debería ser necesario perder. Ni un duro golpe. Todas las oportunidades terminan por agotarse y la fecha límite no siempre es obvia hasta que se presenta ante ti. En ocasiones tu confianza en que siempre tienes la opción te juega malas pasadas. Quizá por eso, a veces, tratas de anteponerte por medio de estrategias inocentes y poco acertadas como fijar plazos artificiales.

Mañana pasa un tren a Madrid, ¿harás algo?