Nos ha tocado vivir una época en que la información fluye a todas horas y por todas partes. Es prácticamente imposible mantenerse al margen ante el aluvión informativo al que este mundo conectado nos somete en cada momento. Tus opciones crecen exponencialmente a cada segundo que pasa.
Es fascinante. Si te gusta la moda puedes estar al tanto de lo que ocurre en New York o París en real-time. Si es la tecnología, puedes seguir todas las novedades de los últimos eventos según se producen en cualquier parte del mundo. Por cierto, ayer dio comienzo la Google I/O y quizá quieras asistir. Sí, asistir, porque puedes interactuar.
Tal flujo satura, por mucho que trates de mantenerlo a raya. Cualquier día normal a las 10:00 o 10:30 de la mañana habrás recibido cientos de notificaciones en tu teléfono, varias llamadas, o decenas de emails.
Tus opciones son ilimitadas. Pero tu atención no lo es. Se agota, necesita un respiro. Necesita conexión y desconexión por intervalos moderados, en lugar de exigentes micro-análisis repetidos hasta el infinito.
Puedes adaptarte y aprender a comportarte de otro modo. Incluso puedes poner el modo avión en tu teléfono, cerrar tu cliente de correo electrónico, y desaparecer del mundo durante un rato para hacer bien algo que de veras importe.