Según la RAE, un cliente es la persona que compra en una tienda, o que utiliza con asiduidad los servicios de un profesional o empresa.
Desde esta definición, en ocasiones tener claro quién es tu cliente es menos obvio de lo que quisieras.
Si vendes servicios de formación a una organización, ¿tu cliente es la organización? ¿es la persona que decide si te compra, cuándo y cómo? ¿es cada una de las personas que reiteradamente acude a cada uno de tus talleres? ¿son todos?
Y si has diseñado y fabricas una bebida energética, ¿es la persona que la consume? ¿la gran superficie que te la compra y comercializa? ¿la gran marca que se interesa por comprarte? ¿son todos?
Tener perfectamente claro quién es tu cliente, o mejor, cuál es el cliente en que vas a depositar tu máxima atención marcará irremediablemente tu estrategia y resultado. La elección no es obvia, ni fácil, ni en muchos casos tomas la correcta.
La organización te compra pero la persona que asiste a tu taller te vende. Si la organización te compra pero no cubres las expectativas de quien asiste a tu taller, probablemente dejará de comprarte. Si la organización no te compra pero llegas a su personal y llamas su atención lo suficiente, quizá en el futuro sí te compre.
Hoy la gran superficie no sabe quién eres, ni le interesa. Pero si suficientes personas buscan y consumen tu bebida querrá saber de ti. Querrá tu bebida en sus estanterías. Y la gran marca podría de repente verse interesada.
Reflexiona, no siempre es obvio. Piensa en quién puede comprarte y, más allá, en quién querría venderte.