Rompe el patrón

Existe la imagen pulcra, la comunicación perfecta, la persona lineal. Aburrida. Estable. Predecible. Que no arriesga. Robótica. Existe el personaje medido y estudiado, frio, calculado. Desvía tu atención. No rompe el patrón, lo construye.

También existe la imagen de la persona que llega rompiendo todas las normas, con un comportamiento espontáneo y natural que no se encuentra en los libros. Con un valor añadido inherente a ser ella, sin más. A comportarse como es.

En la cultura del todo perfecto nada destaca. Ni en la del todo imperfecto. Es la mezcla, el salto, la combinación bien medida de ambas culturas lo que llama tu atención. Lo que destaca por encima de lo demás.

El patrón aburre. Lo que rompe el patrón destaca y atrae tu atención. Pero existe un límite que convierte elegante o llamativo en excesivo o estridente. Es necesario un sabotaje a lo aburrido, calculado, monótono, lineal, sin traspasar la frontera del buen gusto.

Un teléfono completamente negro, lo mires por donde lo mires, es aburrido. Uno negro con el botón de bloqueo en verde menta destaca, tiene un detalle que atrae la mirada, rompe el patrón. Atrae atención en lugar de desviarla, capta interés en lugar de pasar inadvertido.