Lo haces una vez, y otra, y otra más. Te equivocas, pero insistes. Lo pones en práctica hasta que sale de ti de un modo natural. Hasta que esos comportamientos forman parte de tu persona. Hasta que tu propia naturaleza está incompleta sin ellos. Más avanzas, más necesitas.
Repites, y repites, y repites, hasta que se integran tan profundamente que aparecen de forma espontánea. Sin que te lo ordenes. Sin que tengas siquiera que pensarlo.
GTD® no se estudia, se practica.
Todo el tiempo, en cualquier circunstancia, momento y lugar.
Y luego desaparece. Ya no es GTD®, eres tú.