El diagrama de flujo para Aclarar en GTD® comienza con una pregunta crítica:
«¿Qué significado tiene esto para mí?»
Una pregunta incomprendida y olvidada. Una respuesta necesaria.
Si respondes mal, tomarás decisiones partiendo de información incorrecta o incompleta.
Y esto equivale a tomar decisiones, cuanto menos, mejorables.
¿De dónde ha salido esto? ¿Es algo conocido? ¿Algo nuevo?
¿Es algo relevante? ¿Algo insulso?
¿Es una idea? ¿Una petición? ¿Una alerta? ¿Una oportunidad? ¿Un riesgo?
¿Algo que quiero o necesito recordar? ¿Algo que necesito saber? ¿Para qué?
¿Condiciona mi avance? ¿Me frena? ¿Podría impulsarme?
¿Cómo ha llegado a mis manos? ¿De cuándo data?
¿Me sirve para algo? ¿Podría servirme en el futuro?
¿Lo he capturado yo? ¿Otra persona? ¿Quién?
¿Qué implica que me lo haga llegar esta persona y no otra?
¿Qué implica que me lo haga llegar a mí y no a otra persona?
¿Qué relación nos une? ¿Lo tendrá alguien más? ¿Quién?
¿Por qué me lo envía? ¿Para qué lo hace? ¿Me pide algo? ¿Qué exactamente?
¿Por qué vía lo hace? ¿Por qué por esa?
¿Despierta algún tipo de emoción en mí? ¿Cuál/es? ¿Por qué?
¿Con qué área de mi vida se relaciona?
¿A quién o quienes involucra? ¿Sólo? ¿Y a quién más? ¿En qué medida?
¿Necesito prestarle atención? ¿Debo hacerlo? ¿Por qué motivo?…
Todas estas preguntas pueden ser relevantes. Y muchas otras.
Tu maravilloso cerebro se pone en modo brainstorming a recabar información, generando pequeños extractos que se fusionan en un todo.
Y conforman una respuesta a «¿Qué es? ¿Qué significado tiene para mí?» con sentido. Con tu sentido. Para tu persona y para tu vida. Aquí y ahora.
Todo ocurre de forma intuitiva, en décimas de segundo. No eres consciente pero ocurre.
Respeta esta pregunta. Valórala. Apréciala. Aprovéchala. No la subestimes.
Hay más, pero esta es LA PREGUNTA, en mayúsculas.
Las posteriores «¿Es accionable? ¿Requiere acción?» se llevan curiosamente todo el protagonismo, llegando muchas personas a saltar directamente a ellas sin una respuesta a —o sin haberse formulado, incluso— la primera.
¿Quiero hacer algo ahora, lo antes posible? ¿Y si no lo hago?
¿Debo o necesito hacerlo? ¿Para qué?
¿Hay un plazo? ¿Vence? ¿Y cuándo vence?
¿Qué ocurriría si vence? ¿Quién y cómo se verá afectado?
¿Me beneficia actuar sobre ello? ¿En qué sentido?
¿Beneficia a otras personas? ¿A quién? ¿De qué modo?
¿Perjudica a alguien? ¿A quién? ¿En qué sentido?
¿Qué ocurriría si lo ignoro? ¿Y si lo pospongo? ¿Puede esperar?
¿Me atrae la idea de hacer algo con ello? ¿Por qué me atrae? ¿Y para qué?
¿Qué resultado esperaría? ¿Qué me aportaría?…
Preguntas que generan respuestas también necesarias.
Pero evidentes, dependientes, condicionadas.
Es necesario saber quién eres para saber qué significan las cosas para ti.
Igual de necesario que saber qué significado tiene algo para ti para saber si quieres/debes/necesitas hacer algo al respecto.
Sin «¿Qué es?» no hay «¿Es accionable?» ni «¿Requiere acción?».
No con sentido.
Que tu intuición trabaje con una formación previa cobra enorme relevancia para que las preguntas sean sencillas y las respuestas evidentes.
Que sepas qué quieres, qué esperas de tu propia persona y de otras, a dónde quieres llegar. Y dónde estás ahora.
Sin claridad sobre todos estos datos las respuestas son vagas y las decisiones que parten de ellas están corruptas.
Estas respuestas dibujan la línea que separa tu intimidad del resto del mundo.
Son lo que te diferencia, lo que convierte tus decisiones en tuyas.
Son la antesala de lo que haces, de lo que reflejas y de lo que construyes.
La puerta a tu comportamiento. Tu oportunidad para ser coherente.
Estas respuestas te definen inequívocamente. Esas respuestas son tú.