Tengo tendencia al sobrecompromiso. Y tú también la tienes.
En ocasiones esta tendencia, mal gestionada, tiene consecuencias evidentes de mayor o menor gravedad. Algunas de ellas se ven reflejadas en trabajo hasta altas horas. O en tener que renegociar plazos por incapacidad para cumplir. O en invertir tu tiempo y energía en algo que no te aporta, incluso tener que cancelar —o directamente faltar— al compromiso adquirido.
Todas estas consecuencias, y más, son producto de adquirir compromisos que —en la mayor parte de ocasiones— podrías haber rechazado. Si hubieses tomado una decisión en frío teniendo presentes los actuales y tu capacidad para responder ante ellos.
Tu experiencia con este tipo de sobrecompromiso crece a base de errar, sufrir y asumir de un modo u otro esas consecuencias. Cada día que pasa adquieres conocimiento y habilidad para evitarlo haciendo una mejor gestión.
Hay otros tipos menos evidentes de sobrecompromiso.
Quizá porque asumes sus consecuencias como menos graves es más difícil detectarlos. Y por el mismo motivo aún cuando lo detectas le restas importancia. Esto repercute en que derive en un mal persistente, al que además no parece necesario buscar soluciones. Se trata de un sobrecompromiso incómodo, no letal.
Un ejemplo de este tipo de sobrecompromiso incómodo que he detectado en muchas personas son las listas de artículos para leer más tarde. Esas lecturas que te vas encontrando en la red y guardas en tu aplicación de tareas, o en servicios del tipo de Pocket, Instapaper o Evernote.
La mayor parte de personas que conozco no asumen que, en su fuero interno, establecen un compromiso cada vez que envían un nuevo artículo a esa lista. Muchas dirían que son meras posibilidades y no tiene nada de malo guardar esos enlaces. Pero la realidad es diferente. Cuando ese contador llega a 300, 500 o 1000 se frustran, porque en mayor o menor medida han adquirido un compromiso al que están faltando.
Este tipo de sobrecompromiso incómodo puede darse en muchas áreas y acumulativamente puede llegar a ser letal desde un punto de vista interno.
Si te ocurre, puedes adoptar estrategias para evitarlo o minimizar su impacto.
Siguiendo con el ejemplo de las listas de artículos para leer más tarde, una estrategia que me ha funcionado se basa en establecer límites. Autolimitar los pendientes a un número admisible y coherente con la cantidad de artículos que suelo leer, de modo que regularmente —semanalmente— cribo esa lista y nunca llega a abrumarme.
He detectado que al margen de los artículos que leo sobre la marcha cuando estoy buscando algo concreto, o del par de libros que tenga en curso, semanalmente puedo leer entre 10 y 15 artículos largos que me resulten interesantes. Aunque quisiera, la experiencia me demuestra que no dedico más tiempo y recursos a esto. Por tanto, he buscado un margen en que me encuentro cómodo y aplico una regla que podría llamarse del 300%.
Semanalmente elimino las lecturas que a priori entiendo menos relevantes hasta quedarme en un máximo de tres veces el máximo que de media leo semanalmente. En mi caso y para redondear me he quedado con un límite de 50 artículos. Para que uno nuevo permanezca otro sale, bien porque me lo he leído o bien porque lo he eliminado.
Es posible que pienses que esta autolimitación es innecesaria, o que 50 artículos son pocos y tú guardarías 100. Adelante. No hay reglas escritas ni verdades estrictas universales en este sentido. Hay rangos y límites a partir de los cuales sientes que esa lista te abruma, estar fallando o haciendo algo mal.
Por supuesto, las listas de artículos para leer más tarde son un mero ejemplo de ese sobrecompromiso incómodo. Puede darse en muchos otros aspectos de tu vida. Allá donde exista saturación de opciones y un sentimiento amargo por tu incapacidad de gestionarlas, es buen lugar por el que comenzar a filtrar y quedarte con menos opciones pero mejores.