O el porqué de disfrutar en sana competición contra tu propia persona.
En el desarrollo de una competencia como es la efectividad —o cualquier otra— en muchas ocasiones se hace alusión al camino a recorrer. Un camino que nunca termina, un camino a través del cual mejoras según avanzas, pero siempre puedes mejorar más aún.
A mí me gusta pensar en ese camino como un camino circular. O mejor aún, un circuito cerrado con sus subidas, bajadas, curvas más o menos cerradas, pero al que das vueltas pasando por los mismos puntos una y otra vez. Descubriendo lugares, parándote donde te interesa ver algo y pasando de largo por los lugares que no llaman tu atención.
Imagina una ruta en coche en que, partiendo de un punto de costa de la Península Ibérica, das vuelta a toda ella siguiendo la costa y el sentido de las agujas del reloj para llegar al mismo punto de partida. Y que repites la vuelta, una y otra vez.
Te encontrarás con más personas, unas van delante y otras detrás de ti, pero este dato no dice nada. No sabes cuántas vueltas han dado ya.
Quien va delante puede estar dando su primera vuelta y tú llevar varias. Y quien viene detrás, puede haber dado varias más que tú. Esa posición no dice nada.
Saber cuántas vueltas ha dado al circuito una persona con quien congenias en una parada tampoco dice nada. Hay personas más observadoras, las hay menos. Las hay que dan sus vueltas aprovechándolas al extremo y otras que tiran millas sin apenas detenerse. Hay personas que avanzan más con menos recorridos.
Además, cada vuelta es diferente. Puedes querer regresar a un lugar que te ha entusiasmado. Y puedes querer parar para descubrir otro dónde anteriormente no lo has hecho. Puedes ver lo mismo de diferente modo, o descubrir detalles en los que no te habías centrado.
Medirte contra otras personas pierde todo su sentido. Disfrutar tu camino es lo que importa, extraer algo de cada vuelta. Ganas lo que te llevas, nada más.
Y hay algo más. Las personas expertas, las que llevan años dando vueltas y vueltas al circuito mientras descubren cientos, miles de lugares, siguen sin conocerlo todo. Sin verlo todo desde otras perspectivas. Sin encontrar singularidades que seguro existen y un día, la persona novata que con el mayor entusiasmo está dando su primera vuelta les descubre.
Todas las personas son maestras en algo. O lo son en un momento concreto. Todas son maestras sin saberlo.
Nunca dudes en aportar, nunca te avergüences, nunca te hagas de menos. Opina, comparte tu experiencia y tu punto de vista, regala. Solo los necios creen que lo saben todo, o que pocas personas pueden enseñarles algo. Los maestros que realmente lo son te escucharán atentamente.