Por la vida no corras, camina

Si eres como la mayor parte de las personas —diría como casi todas— seguro que te encuentras a menudo con un par de situaciones opuestas.

En ocasiones, pones la vista en algo y te gusta correr, llegar y alcanzarlo cuanto antes.

En otras, simplemente no arrancas a moverte y solamente levantas la vista de cuando en cuando, en una postura entre avergonzada y arrepentida, para ver cómo se escapa. En ellas, nadie camina.

Por defecto, no parece que exista el término medio. Es todo o nada.

Y lo que apenas haces, dar pequeños pasos que te aproximen poco a poco a eso que quieres, resulta que es tu mejor opción.

Cuando corres hacia algo tu vista está fija en tu destino. No te das cuenta si pasas al lado de algo que merece tu atención, ni disfrutas el camino. El camino es un medio, un obstáculo imprescindible de superar para alcanzar tu premio.

En nuestra vida corremos durante semanas, meses, años, y dejamos escapar oportunidades más valiosas que el destino en sí mismo.

Sin embargo cuando caminas te abres a ver cosas que no ves cuando pasas corriendo. Puedes detenerte si algo que merece tu atención se cruza en tu camino y puedes reflexionar sobre hacia dónde te diriges y porqué o para qué lo haces.

Rápido es enemigo de bien. Y no moverte, no te lleva a ningún sitio. El paso lento pero firme deja lugar a la atención y reflexión mientras te acerca a algo.

No olvides que los destinos también cambian y sin atención y reflexión no te darás cuenta, o te la darás tarde. Por la vida no corras, camina.