¿Hacia dónde queremos ir?

Somos seres irracionales dentro de nuestra condición racional. Esa condición que nos separa del resto de seres vivos y que aparcamos por comodidad. Evitamos la pregunta, ¿Hacia dónde queremos ir?

Nos sentimos motivados para hacer aquellas cosas que rápidamente podemos tachar y dar por concluidas, aunque no nos lleven a ningún lugar (o peor aún, nos alejen incluso del lugar hacia el que deberíamos ir).

Sin embargo, dar un pequeño paso cada día para acercarnos a un objetivo meditado, estudiado, y que sí supone una meta importante para nosotros, es algo que nos cuesta terriblemente.

La luz cercana nos atrae, y no nos paramos a pensar qué nos aportará. Sin embargo la lejana nos repele, porque anteponemos la consecución de resultados inmediatos (aunque tales resultados sean irrelevantes) a un esfuerzo continuado por conseguir lo que de verdad queremos a largo plazo.

Necesitamos vencer nuestra fricción a pensar, a visionar lo que deseamos conseguir o llegar a ser. Ese es el momento de pensar en grande.

Necesitamos detallar qué debemos hacer para llegar a ese punto, y sobre todo debemos sobreponernos a ese “¿me apetece hacer esto ahora?” diario que nos aleja de nuestros más importantes intereses.

El momento de hacer también entraña pensar, pero pensar de otro modo, pensar en un radio mínimo. Pensar en pequeño. Es momento para pensar qué es lo más efectivo que puedo hacer ahora, en este preciso momento, pero no de cuestionar tus metas para eludir hacer lo que debes hacer.

Sin esto, siempre seguiremos siendo seres irracionales, bolsas de plástico vacías que el viento lleva hacia donde quiere, sin un rumbo propio. De este modo, nuestros objetivos nunca dejarán de ser objetivos, no habrá resultados jamás.