ARC® edición especial para organizaciones

Quedan pocas semanas para la publicación de una edición especial de mi libro ARC® (Acción, Reflexión, Cohesión). Se trata de una edición revisada que incluye algunos cambios y está plenamente orientada a organizaciones y las personas que las componen.

La obra es la misma. Sin embargo, algunos contenidos desaparecen y otros nuevos aparecen. El contenido ha sido adaptado a la realidad y día a día de las personas que forman parte de estas organizaciones y con el libro, que solamente estará disponible en formato físico de tapa blanda, se estrenará también una versión totalmente rediseñada de la formación oficial ARC® In-Company orientada a organizaciones de cualquier tipo y tamaño.

Pronto más noticias acerca de esta nueva publicación. Stay tuned.

ARC®

Tienes toda la razón del mundo

Hoy voy a contarte una historia sobre cómo enfrentar conflictos y sobre lo que representa tener toda la razón.

Un matrimonio judío que no se llevan muy bien, discuten con cierta frecuencia y tienen problemas en su relación, deciden acudir al rabino para que les asesore.

Una vez delante del rabino, este les pide que le cuenten cuál es la versión de la historia que cada uno tiene.

La mujer comienza a describir cuáles cree ella que son los problemas que tienen, y cuando termina de contar aquella historia, el rabino la mira y le dice: ¿Sabes lo que te digo? Que tienes toda la razón del mundo.

El marido se queda un poco chafado, al fin y al cabo, también tenía la necesidad de contar su propia versión pero el rabino ya le ha dado toda la razón a su mujer. Pero, para su sorpresa, el rabino le mira y le dice: Ahora cuéntame tú cuál es tu versión de la historia.

No demasiado convencido porque el rabino ya había dado una sentencia, por no desobedecer y por respeto, decide contar su historia y comienza a contar la versión de los hechos que él tiene.

Cuando termina, el rabino le mira y le dice: ¿Sabes lo que te digo? Que tienes toda la razón del mundo.

Entonces la mujer, extrañada, le dice: Rabino, discúlpame, pero creo que no lo comprendo. No puede ser que tengamos los dos toda la razón del mundo. O yo tengo toda la razón del mundo, o él tiene toda la razón del mundo, pero los dos al mismo tiempo es imposible.

Entonces el rabino la mira y le dice: ¿Sabes lo que te digo? Que tienes toda la razón del mundo.

Este relato no es mio, es de Juan Mateo.

Como puedes desprender de esta historia, partir de la premisa de que una parte —o la otra— tienen toda la razón convierte al conflicto en inmanejable.

La única posibilidad de enfrentar el conflicto con posibilidades de éxito es comprender que tú tienes tus razones, yo tengo mis razones, tratemos de acercar nuestras posturas desde la racionalidad.

Pensamiento lineal

Algorítmico, secuencial, cómodo. Llámalo como quieras. Ese modo de pensamiento que te mantiene dentro de tu círculo de confort es útil para muchas cosas que conoces, pero vago y de una utilidad realmente cuestionable ante lo nuevo.

El problema es que, tratando de aferrarte a él, rehuyes lo nuevo como si de la peste se tratase. Y, sin embargo, los logros, el crecimiento y las oportunidades de demostrar(te) tu valía se encuentran tras lo retos que esconden lo nuevo.

La magia se encuentra en la decisión

En cualquiera de ellas de las que tomes, da igual.

Que implique a un gran proyecto a meses (o años) vista o que implique algo que aparece, se desarrolla y termina en un instante. Unas tienen más impacto que otras en tu vida, pero todas la construyen.

Ocurre exactamente lo contrario que con la indecisión. La indecisión permite que las cosas ocurran, en lugar de facilitar que lo hagan. También construye una vida, pero esa vida no puede llamarse tuya.

Lo que separa a ambas se llama responsabilidad. Quizá no la quieras, pero es una de esas cosas que siguen existiendo al margen de las apetencias. Nunca se marcha, y nunca deja de mirarte fijamente.

Un buscador para tus listas GTD®

Ayer apareció un tema interesante en la comunidad de Aprendiendo GTD. ¿Es necesario un buscador para tus listas GTD®? (o ARC®; aplica lo mismo).

Enseguida aparecieron respuestas con mucho sentido.

Una: no resulta necesario porque se supone que todo debiera estar en el lugar adecuado para verlo en el momento adecuado. Otra: el buscador podría representar un aliciente que evite que revises tus listas todo lo necesario.

Ambas son ciertas. Otra quizá menos obvia: no acudes a tus listas a buscar cosas, acudes a que esas cosas te encuentren.

Si tenemos en cuenta que la información o recordatorios que contienen tus listas representan compromisos que has adquirido (con terceros o contigo) o cosas que has decidido que deseas saber llegado un momento determinado, tiene poco sentido que entres a buscar algo tal como lo harías en Google.

No entras a buscar algo concreto, entras para saber o elegir. Saber algo que en un momento anterior has decidido que te resultaría útil saber, o elegir algo de entre todo lo que con anterioridad te has comprometido a hacer. Entras para que la representación física o digital de las decisiones que has tomado (información o recordatorios) te encuentren. Para eso los has puesto en un lugar al que regresas constantemente.

Así que, como ves, un buscador para tus listas GTD® no es necesario. En ocasiones, puede llegar a ser incluso contraproducente si te dejas seducir por lo que puede ofrecerte.

El precio de la grandeza

El precio de la grandeza es la responsabilidad sobre cada uno de tus pensamientos. – Winston Churchill

Y ahora llega la pregunta: ¿Qué grado de responsabilidad asumes sobre cada uno de ellos?

Es posible que responder honestamente a esa pregunta te ayude a determinar el motivo de que ciertos aspectos de tu vida vayan bien, mal o regular. Y, sobre todo, te abra las puertas a mejorarlos.

La adaptación hedónica

Crees que si te toca la lotería todos tus problemas desaparecerán. O que si consigues ese puesto nada volverá a ser como antes. Incluso que si logras aprender a hacer algo concreto tu vida dará un giro radical sin vuelta atrás. Sin embargo ese gran cambio no se mantendrá tal cual lo esperas por demasiado tiempo, y parte de la culpa de ello la tiene lo que conocemos por adaptación hedónica.

De modo muy resumido, representa tu capacidad para adaptarte a esos grandes cambios que tienes en mente y que crees que lograrían dar un giro radical y permanente a tu vida y sensación de bienestar.

Que esto ocurra tiene consecuencias positivas y negativas en nuestras vidas. Del mismo modo que consigues adaptarte ante ocurrencias indeseables, ocurre lo mismo con aquellos sucesos positivos que piensas que lo cambiarán todo. Pueden cambiarlo todo, salvo el hecho de que antes o después te adaptarás a la nueva situación y tus niveles de satisfacción —o insatisfacción— generados por ese hecho concreto irán decreciendo según te adaptas a la nueva situación.

Si echas la vista atrás, te darás cuenta rápidamente de cómo ese televisor gigante en tu salón que llevaría a otra dimensión tus momentos de ocio ya es algo tan normal para ti como lo era el anterior que tenías. Y tener la adaptación hedónica presente te ayudará a dotar de realidad determinadas apetencias en tu vida que, al final, representan poco más allá que el subidón de la gratificación instantánea y la rápida vuelta a la normalidad. Es posible que, sabiéndolo, hagas cosas diferentes.